Odiaría tener que empezar este post con un, ya era hora que me ponga a escribir algunas líneas, odio esa frase. No lo voy a hacer. No se preocupen.
Larga tarde iba caminando por la calle cerca de casa, casi no caminaba lloraban mis pies, por un descanso remoto pero no iba a suceder. Llegué a destino, como siempre decenas de revistas brasucas le cubrían casi la mitad del rostro. Sumergido en ventanas sin una razón, bajó el capot de su notebook y me invitó a subir, previa visita a cada uno de los modelos que tenía exhibido detrás de él.
Plac, plac, plac, subimos.
El sol no solo sale donde triunfa el encuentro nacional me dije, esa terraza era sublime, el sol parecía como si estuviese calcado desde mis sueños. Sillitas, puchos, mp4 y nada más que poner los pies sobre la baranda de Angelita que cordialmente nos las prestaba aquel día y unos cuantos más.
Encendedor.
El cielo es lila, volteamos nuestras sillas y sonó esa canción, sentíamos la brisa del mar, a nuestros pies la arena que estaba todavía calentita porque el sol la acarició durante el día. Ese tereré era lo más cercano a una batida de coco, que habíamos tomado en años, el color lila del cielo, se volvió por segundos naranja, luego lila, de nuevo naranja y así jugó un rato con nuestras retinas y se fue.
Aplaudimos.
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